miércoles, 20 de abril de 2011

Evaluación inicial… ¿sí? o ¿no?

Después de casi 3 meses de verano, algunos alumnos pueden que hayan leído y trabajado material escolar pero otros puede que lo único que hayan leído sean revistas y cómics. Ya no hablamos de hacer algo relacionado con la cultura que también es importante. Acudir a museos, visitas turísticas de interés, actividades culturales, algunos padres lo hacen pero otros por falta de tiempo o por falta de ganas les dejan jugando en la piscina todo el verano.

Después de esto, ¿qué nos encontramos a la vuelta de vacaciones?

Pues una situación y un contexto de niños con la necesidad de cambiar la rutina y los hábitos, para adquirir otros nuevos a partir de unas bases. La evaluación inicial creo que debe sentar estas bases, ser los cimientos del curso.

Cuando empezamos un curso escolar debemos tener conciencia que nuestro objetivo final y propósito es conseguir que nuestros alumnos aprendan y desarrollen las competencias a través de las cuales facilitaremos su inmersión en la sociedad y en su futuro desempeño laboral y profesional. La evaluación a mi juicio debe ser considerado como algo simbólico que establece los mínimos que el alumno debe alcanzar en relación al curso. El máximo lo deben poner ellos y la motivación intrínseca que tengan por el aprendizaje. No obstante a ellos y a todos siempre nos reconforta que nuestros esfuerzos sean valorados y en este caso el refuerzo sería una buena nota.

La evaluación inicial pretende contextualizar la evaluación, situar el nivel, hacer un diagnostico de grupo y del individuo. Permite ver como debemos hacer una clase adaptada a los cursos. En definitiva a mi juicio la evaluación inicial debería ser un breve periodo de adaptación. Y no solo de los alumnos, sino también de los propios profesores, para situarse en la dinámica de los alumnos a los que tiene que dar clase y enseñarles durante todo el curso.

De esta forma la evaluación inicial sería el terreno, consistente y adecuado, a partir del cual construiríamos el edificio (aprendizaje). En este sentido lo que pretendemos no es construir sino más bien valorar como es nuestro curso, que capacidades tienen y de esta forma emplear los materiales más adecuados de construcción.

No podemos por ejemplo ponerle una integral sino saben derivar correctamente, o no podemos pedirles un resumen de un texto sino saben comprenderlos. Nosotros tenemos fijados unos objetivos del curso y es aquí donde veremos si tienen las herramientas adecuadas para conseguirlos. Ya que sin herramientas no se puede construir. El profesor debe localizar por tanto las fortalezas y debilidades de sus alumnos a nivel general y a nivel particular para utilizarlos a la hora de establecer metas de trabajo antes de comenzar la primera evaluación.

No creo que en la evaluación inicial sirvan las notas numéricas, ni los sobresalientes, ni los notables. Creo que en esta evaluación se debe solo valorar si están preparados para el curso y si no es así poner por escrito las carencias que deban trabajar. Esto lo haría en forma de valoración escrita más que de nota. Por ejemplo:

“Valorando y analizando las capacidades de Juanito Pérez consideramos que se encuentra preparado para el curso escolar X. No obstante es recomendable que se aplique en la lectura en casa y que controle la impuntualidad que se percata ya en sus inicios de curso…..”

Esta es una forma que se me ocurre aunque de forma más exhaustiva por supuesto, en la que el profesor debería pararse alumno a alumno e informar a las familias en una tutoría al comenzar el curso. Creo que sería bueno tener una tutoría general con todos y a cada uno de los padres entregarles la valoración de su hijo.

“¡Preparados, listos, ya!” este creo que podría ser un buen lema para la evaluación inicial, de forma que motive a nuestros alumnos a situarse en el camino que le espera durante el curso.

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